Programa 42: Puentes Apache

Nuestro humilde programa se va poblando, semana a semana, de nuevos nombres, participaciones y voces. (Algún día tendremos que hacer un directorio de todos los que han ido pasando -por el estudio, por el teléfono- y será kilométrico).

Las Apacherías de Lucini

Si te encuentras algún día al invitado de esta noche, Javier Lucini bajando la Gran Vía de Madrid, puede que pienses que acaba de dejar aparcada la moto, el caballo o la guitarra eléctrica. No le hace falta nada de todo eso. Edita libros como uno de los pilares del sello Acuarela Libros, traduce y escribe. Le hemos podido encontrar tras los créditos de la autobiografía de Johnny Cash, Man in Black: su propia historia en sus propias palabras (Acuarela, 2006), y puede decirse que fue Cash el primer pilar o cable colgante de este enorme puente que Javier Lucini ha tendido entre las mesetas manchegas y las praderas de los indios nativos americanos.

En este programa ya hemos hablado muchas veces de puentes, hasta el punto de que se está convirtiendo en una letanía. Pero que un madrileño ame de esta forma la cultura de los indios (Apaches, como hilo conductor, pero también Cherokee, Chiricahua, Crow…) y sus viajes e investigaciones le den para escribir 500 páginas sobrepasa bastante la teoría de los puentes que hasta el día de hoy habíamos armado.

Lo traemos para que nos hable de sus Apacherías del salvaje Oeste (Mono Azul Editora, 2009), extenso libro que nació como prólogo (he ahí otro puente) y cuyo primer, primerísimo germen estuvo en los viajes realizados junto al realizador Jaime Rodríguez en pos de las tomas para una película (que está, hoy, buscando su sitio en los festivales). Javier nos cuenta cómo cayó en sus manos, en la visita a La Casa Verde de Hank Real Bird, un ejemplar de la autobiografía del mítico Gerónimo. Cómo se enamoró y cómo en ese mismo minuto se propuso traducirlo.

Le hemos ayudado a que nos cuente historias de verdad: porciones de vidas de indios contemporáneos, porciones de historias que ya revisten hábito de mito, presencias de «súper villanos» o, como él los llama, Capitanes Ahab que no cejaron hasta cazar a su ballena blanca, que desplegaron estrategias e imaginación en repelentes tácticas de exterminio de los indios; que nos cuente leyendas, atisbos de esperanza, nos hable de música, y hasta ¡poesía! le hemos hecho leer.

La sección de Alberto Monreal -hoy en lata- también es muy americana. Alberto dedica unos minutos a recordar al poeta beatnik Peter Orlovsky, pareja de Ginsberg, recientemente fallecido.

En el programa de hoy, la literatura se asomó, saludó y se escondió, dejando paso a muchas vidas. Los puentes hacia Nevada lo ocuparon todo. Y la música nos la trajo, también, Javier Lucini, con quien hemos seguimos tejiendo puentes.

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Programa 29: Retratos de unas obsesiones

¿La escritura y la obsesión son sinónimos? ¿Obsesión y literatura son hermanos?

Dar vueltas sobre un mismo tema es lo que nos gusta hacer en nuestra hora semanal de radio dedicada a los libros, así que hoy era dar vueltas sobre dar vueltas, quedarse pillado, obligado a recurrir al mismo libro, al mismo autor hasta sacarle las entrañas (metafóricas), o repetir a diario el mismo ritual para poder mejor entrar en la escritura.

Ritos, manías y tormentos. ¿Es la obsesión tan importante en la creación? ¿Qué dosis de manía se necesita para llevar a cabo un libro cualquiera? ¿En qué punto el genio tiene derecho a alimentarse obsesivamente y en qué punto se convierte en una patología? ¿Cuántos de los escritores que nos gustan están sin diagnosticar?

Un programa del clásico Metrópolis (el emitido el 22 de marzo) nos dio la idea de entrar al trapo con el tema de la obsesión, que hemos ido a parlamentar con dos escritores y un psiquiatra. Para que cada uno nos diera su versión y experiencia propia.

Matías Candeira (Madrid, 1984) es autor de Parábola de los talentos (Gens, 2007) y La soledad de los ventrílocuos (Tropo, 2009). Hemos querido saber de él qué obsesiones ha tenido como lector (nos habla de la relectura compulsiva de Lovecraft y de cómo sus argumentos le incitaron a escribir cuentos); y cuánta importancia tienen las manías y obsesiones en sus procesos de creación (¡el café se enfría!). Una de sus manías: dejar para el día siguiente la terminación de la historia, cuando ya sabe para dónde la debe sacar.

“¡Qué alivio tirar a la basura un manuscrito, testigo de una fiebre desvanecida, de un frenesí consternador!”, escribía Cioran en Ese maldito yo. Hemos llamado a Jesús Cotta, escritor de, entre otros títulos, Las vírgenes prudentes (Mono Azul editora, 2008), Topicario y arpones contra el pensamiento simple (Almuzara, 2005), Ulises y las sirenas (Ed. Paréntesis, 2009). Prologó y antologó un volumen de Santa Teresa de Jesús, Teresa, mon amour. Le hemos preguntado sobre el nivel necesario de obsesión para sus propios proyectos. Nos ha contado, en plan confidencia, cómo está hace años enfrascado en una novela de ciencia ficción… que incluso sus amigos despachan sin contemplaciones.

Elena nos ha hecho una recopilación de topicazos que juntan la palabra «obsesión» con la palabra «escritor». Por ejemplo: un escritor obsesionado por publicar, un escritor obsesionado con la literatura, un escritor obsesionado con un amor imposible, un escritor obsesionado por escribir una gran novela, un escritor obsesionado con el lenguaje, con no repetirse, con repetirse. (Por cierto, ¿por o con?).

También recordó (recordé) el Mal de Montano, del que nos  habló Vila-Matas, esa enfermedad literaria que consiste en obligarse a vivir obsesivamente colgando de la literatura, como esos adorables dandys que citan constantemente a Oscar Wilde. Y también la literatosis, ese mal aliento, que lo llamo Juan Carlos Onetti.

El residente de la Unidad de Psiquiatría del Gregorio Marañón Manuel González nos explica que muchos escritores sufren trastorno bipolar, lo que antes se conocía como maniaco-depresivo. Si a ese trastorno le sumas el alcoholismo, algo bastante habitual, nos encontramos con muchos grandes casos de la literatura, como Malcolm Lowry, nos pone como ejemplo. Kafka fue uno de los obsesivos más evidentes.

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