Programa 54: Malxs, malotxs, malísimxs

Ponga ud. el título en masculino o en femenino, lo mismo nos da. De lo que va este episodio es de circunscribir / narrar / fotografiar en palabras y sonidos cómo se interrelacionan literatura y delincuencia.

Una vez más, escribimos este programa de radio cruzando puentes entre programas que ya hicimos y programas que ya haremos.

Una vez más, escribimos este programa de radio cruzando puentes con personajes que están, más cerca o más lejos, tejidos entre nuestras redes.

Karl Marx escribió (saco de un libro llamado El capital de Karl Marx, de Francis Wheen):

«Un filósofo produce ideas, un poeta poemas, un cura sermones, un profesor libros de texto, etc. Un delincuente produce delitos. Si se observa más detenidamente la conexión de esta última rama de la producción con el conjunto de la sociedad, nos liberaremos de muchos prejuicios. El delincuente no produce exclusivamente delitos, sino también el derecho penal y, de esta forma, el profesor que da lecciones sobre derecho penal, y además el inevitable libro de texto en el que el mismo profesor arroja al mercado sus lecciones como ‘mercancía’…»

Para bien o para mal, el delincuente también produce literatura, ficciones, mitos, y de ellos hablamos ampliamente en el programa número 30 con Iván de los Ríos. De cómo el que está al otro lado de la línea se convierte en un mito demasiado poderoso para el contador de historias (y también gracias a él).

Para centrar el tema con un autor que se ha enfrentado a ello recientemente, hemos invitado a Milo J. Krmpotic a conversar acerca de su novela Las tres balas de Boris Bardin (Caballo de Troya, 2010). Un argumento hecho de espejos, equívocos, formas abiertas, donde la sangre y lo «fuera de la ley» campan a sus anchas, pero dentro de un contexto muy determinado. Queríamos saber cuánto de ello salía de casos ciertos y documentados, cuánto de su imaginación, por qué la necesidad de ceñirse a personajes en el filo (o más allá) de lo legal.

Decía Felipe Porelli (autor uruguayo al que no hemos leído, al que hemos descubierto aquí y al que ya tenemos ganas de leer), en una conferencia en el marco del Festival Eñe de Montevideo, que él se considera un delincuente, por el hecho de haber dedicado su vida a leer y escribir, sin haber hecho nada de provecho. Al mismo tiempo, su literatura (La inocencia, El dios negro, El alma del mundo, Amanecer en Lisboa) se centra en personajes «artistas» o «delincuentes», según sus palabras.


Parece ser que cuanta más dura es la realidad que circunda al escritor, más alto es el volumen de producción de argumentos criminales. ¿Es de cajón? Cómo la realidad de los cárteles de la droga está impregnando la vida toda de Colombia y México, principalmente, se puede ver en la producción más reciente de literatura del narco o «narconovela». Género o no… hoy queríamos detenernos en algunas situaciones en que el mensaje literario se escribe con sangre y quienes se encargan de ello sienten amenazada su vida: entre los ejemplos que enumera y analiza el dossier «NarcoLiteratura» (publicado en el pasado febrero en la revista Quimera), nos hemos quedado con el caso de Javier Valdez.

Valdez es uno de los fundadores del diario Riodoce, periódico que busca hacer información independiente y veraz sobre el narcotráfico en Sinaloa. Dentro de este medio, se han hecho populares sus crónicas (o relatos breves entre lo periodístico y lo literario) Malayerba. Ahí, inter-géneros, sus textos ya tienen un libro rulando en México. Roger Casas nos ha hecho el inmenso favor de colaborar, vía telefónica, para leer uno de estos relatos con un acento que no fuese de Camas (Sevilla, España).

Escribir sobre lo criminal, ¿no puede ser un poco criminal, también?… Los escritores escriben, los delincuentes delinquen, y unos se enamoran de los otros, aunque esto no tiene por qué ser recíproco… Ahí está el caso A sangre fría (Truman Capote) -al que olvidé mencionar entre tantos datos-. ¿Hasta dónde puede llegar el afán de investigación en estos casos?

Les dejo, para cerrar el asunto (sólo para tender un puente a otros muchos asuntos futuros), una jugosa anécdota Bolaño-Fresán, pero tendrán que escucharla de mis labios (Rodrigo Fresán la contaba mejor).

Y sean ustedes buenos y buenas.

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Programa 46: El verano del cohete

Aviso: este programa -lo que finalmente fue- no se parece en nada a lo que tenía que ser.

Todo está sucediendo al mismo tiempo.

Una pequeña explicación, para quien se interese.

Preparamos muy a conciencia éste, como los demás, y también porque iba a ser el último de la temporada. Tuvimos, por cierto, ayuda de personas que suelen seguirnos en twitter (muchas gracias a @kamen, @natxosobrado, @rrey y demoniostusojos). Leí algunos libros, repasé capítulos de otros, busqué datos y otras cosas para ampliar un poco los horizontes e intentar no quedarme con lo más obvio.

Agendamos dos entrevistas que -bien podrían haber sido otras, pero éstas me parecían fantásticas- nos iban a ayudar a cercar por distintos ángulos (el del lector fan y el escritor fan), el tema de este último programa de temporada: la ciencia ficción.

Por teléfono queríamos hablar con Antonio Galvañ y con Rodrigo Fresán.

No pudo ser. El saboteador que forma parte de Radio Carcoma se había encargado de desconectar algo vital para que el audio de las llamadas pasase a la mesa. Como eso no lo descubrí mas que cuando intenté -varias veces- pasar al aire la primera entrevista, éste es un programa completamente fallido y chascoso. Me planteé olvidarme de podcastearlo. Sin embargo al final decidí que lo publicaba. Queda como testimonio del fallo, y también como promesa de que este programa, así o con otra forma cualquiera, lo volveremos a hacer.

//Por cierto: aquí queda la primera temporada de ¿Quieres hacer el favor de leer esto, por favor? Volvemos en la semana del 30 de agosto//

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Published in: on julio 28, 2010 at 6:48 pm  Comments (2)  
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Programa 10: Festival literario y lúbrico

Apocalipsis dibujado por Guillermo Trapiello y escrito por Elena Medel, para Elena Cabrera

Nos sumergimos, Elena y yo, durante dos días en el Festival Eñe (13 y 14 de noviembre) y lo contamos. Tenía truco la cosa, porque entre otras capturas, lo que queríamos era capturar a Gabriela Wiener para que nos hablase de su peculiar literatura.

Hemos montado un programa directo-diferido. Elena ha grabado y organizado una preciosa entrevista en la que Wiener se desnuda (literariamente / periodísticamente) y, después de presentar el programa, hemos ido escuchando los cortes.

Festival literario y lúbrico. Porque a la vez que nos lo pasábamos bien inmersas en las charlas y conferencias de autores y otros especímenes del mundillo del libro, hemos sentido que la creación (una actividad tan íntima) y la lectura (otra de mismo signo), al hacerse públicas y compartidas en el festival, se comportaban un poco como el sexo que se hace expuesto, esto es, pornográfico.

Hemos escuchado a Gabriela Wiener, contándonos, sentadas las tres en las escaleras del Círculo de Bellas Artes, intimidades, cómo ella suele escribir en sus libros. Cómo ha sido recibido su libro Nueve lunas (Mondadori, 2009), detrás de Sexografías (Melusina, 2008); qué tipo de temas le apetece investigar y experimentar, para luego escribir; cómo se metió al reporterismo gonzo de la mano de Guillermo Hernáiz (Primera Línea); de dónde sale su exquisita procacidad e impudicia al expresarse.

A la mitad del programa, hemos llamado en «intervención express» a Elena Medel, una de las más de setenta participantes en el Festival Eñe, para que nos hablara de su experiencia. Tanto desde la perspectiva de autora como de espectadora. Allí, ha realizado una «acción» junto al dibujante Guillermo Trapiello, en la que escribían y dibujaban tarjetones «a pedido», «a medida», para el solicitante. En eso estuvieron dos horas y media y nos cuenta cómo quedó.

La sección de Alberto Monreal, puntual como siempre, ha girado en torno a Robert E. Howard, conocido sobre todo como el autor de Conan.

Para la última sección, un top-5 del Festival Eñe, a cargo de Elena Cabrera. Y un top-5 de los momentos más sexys del Festival Eñe, por servidora. Que ha entrado a duras penas en la grabación, pero ha entrado, por aquello de que el ordenador nos hace una escabechina en los minutos finales.

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