¿La escritura y la obsesión son sinónimos? ¿Obsesión y literatura son hermanos?
Dar vueltas sobre un mismo tema es lo que nos gusta hacer en nuestra hora semanal de radio dedicada a los libros, así que hoy era dar vueltas sobre dar vueltas, quedarse pillado, obligado a recurrir al mismo libro, al mismo autor hasta sacarle las entrañas (metafóricas), o repetir a diario el mismo ritual para poder mejor entrar en la escritura.
Ritos, manías y tormentos. ¿Es la obsesión tan importante en la creación? ¿Qué dosis de manía se necesita para llevar a cabo un libro cualquiera? ¿En qué punto el genio tiene derecho a alimentarse obsesivamente y en qué punto se convierte en una patología? ¿Cuántos de los escritores que nos gustan están sin diagnosticar?
Un programa del clásico Metrópolis (el emitido el 22 de marzo) nos dio la idea de entrar al trapo con el tema de la obsesión, que hemos ido a parlamentar con dos escritores y un psiquiatra. Para que cada uno nos diera su versión y experiencia propia.
Matías Candeira (Madrid, 1984) es autor de Parábola de los talentos (Gens, 2007) y La soledad de los ventrílocuos (Tropo, 2009). Hemos querido saber de él qué obsesiones ha tenido como lector (nos habla de la relectura compulsiva de Lovecraft y de cómo sus argumentos le incitaron a escribir cuentos); y cuánta importancia tienen las manías y obsesiones en sus procesos de creación (¡el café se enfría!). Una de sus manías: dejar para el día siguiente la terminación de la historia, cuando ya sabe para dónde la debe sacar.
“¡Qué alivio tirar a la basura un manuscrito, testigo de una fiebre desvanecida, de un frenesí consternador!”, escribía Cioran en Ese maldito yo. Hemos llamado a Jesús Cotta, escritor de, entre otros títulos, Las vírgenes prudentes (Mono Azul editora, 2008), Topicario y arpones contra el pensamiento simple (Almuzara, 2005), Ulises y las sirenas (Ed. Paréntesis, 2009). Prologó y antologó un volumen de Santa Teresa de Jesús, Teresa, mon amour. Le hemos preguntado sobre el nivel necesario de obsesión para sus propios proyectos. Nos ha contado, en plan confidencia, cómo está hace años enfrascado en una novela de ciencia ficción… que incluso sus amigos despachan sin contemplaciones.
Elena nos ha hecho una recopilación de topicazos que juntan la palabra «obsesión» con la palabra «escritor». Por ejemplo: un escritor obsesionado por publicar, un escritor obsesionado con la literatura, un escritor obsesionado con un amor imposible, un escritor obsesionado por escribir una gran novela, un escritor obsesionado con el lenguaje, con no repetirse, con repetirse. (Por cierto, ¿por o con?).
También recordó (recordé) el Mal de Montano, del que nos habló Vila-Matas, esa enfermedad literaria que consiste en obligarse a vivir obsesivamente colgando de la literatura, como esos adorables dandys que citan constantemente a Oscar Wilde. Y también la literatosis, ese mal aliento, que lo llamo Juan Carlos Onetti.
El residente de la Unidad de Psiquiatría del Gregorio Marañón Manuel González nos explica que muchos escritores sufren trastorno bipolar, lo que antes se conocía como maniaco-depresivo. Si a ese trastorno le sumas el alcoholismo, algo bastante habitual, nos encontramos con muchos grandes casos de la literatura, como Malcolm Lowry, nos pone como ejemplo. Kafka fue uno de los obsesivos más evidentes.
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